Llevo media mañana dándole vueltas a «Rigoletto», buscando una escena, un aria, un momento que le pueda resumir a su hija la del pelo castaño, señora, la historia del jorobado. Su vida es profundamente triste. Hubo un tiempo pasado en que fue feliz, tuvo una mujer y ambos vieron crecer a una niña. Esos tiempos se fueron para no volver con el fallecimiento de su amada y el alejamiento de su hija. Entró al servicio del Duca di Mantova como bufón, y rodeado de cortesanos crueles y conspiradores, aquel padre y esposo fue transformándose en serpiente, perdiendo su humanidad para sobrevivir en la selva palaciega. Años más tarde, su hija regresa a su vida convertida en una ingenua y tierna muchacha, que cree en el amor y en las bondades del mundo que la rodea, ignorante de que su padre azuza odios y venganzas a golpe de bromas en las fiestas de la corte. Ese bufón vuelve a ser padre, y por tanto, siente renacer sus emociones, y lo que es peor, sus preocupaciones acerca del futuro de su hija. Cuando es deshonrada por el Duca a base de engaños, con la complicidad necesaria de los nobles burgueses, jura venganza. Cuál no será su tragedia cuando en lugar de reír por haber acabado con la vida de su ofensor acaba llorando la pérdida de su Gilda, y de nuevo se encuentra solo, humillado y abandonado en el mundo. Nunca más volverá a ser padre. Será, por siempre jamás, un miserable bufón.
La profundidad psicológica del personaje queda delineada con maestría en su monólogo «Pari siamo» («Somos iguales»), que pronuncia después de cruzarse con el asesino Sparafucile, quien le ofrece sus servicios por un módico precio. Es un diálogo consigo mismo, en el que reniega de la suerte que lo convirtió en un jorobado deforme, expresa su desprecio por su señor y sus cortesanos, y se aflige ante la maldición que le ha lanzado Monterone, después de que se burlara de su hija violada. Todos estos oscuros pensamientos desaparecen al final, cuando llega a la puerta de su casa, sabedor de que dentro le espera el único resquicio de luz de una existencia tenebrosa.
En este vídeo nos lo canta Cornell Macneil, el Rigoletto más destacable de los años 60. Quédese con las medias voces.
Pari siamo!
io la lingua, egli ha il pugnale;
L'uomo son io che ride,
ei quel che spegne!
Quel vecchio maledivami!
O uomini! o natura!
Vil scellerato mi faceste voi!
Oh rabbia! esser difforme!
esser buffone!
Non dover, non poter altro che ridere!
Il retaggio d'ogni uom m'è tolto
il pianto!
Questo padrone mio,
Giovin, giocondo, sì possente, bello,
Sonnecchiando mi dice:
Fa' ch'io rida, buffone
Forzarmi deggio e farlo!
Oh, dannazione!
Odio a voi, cortigiani schernitori!
Quanta in mordervi ho gioia!
Se iniquo son, per cagion vostra è solo
Ma in altr'uomo qui mi cangio!
Quel vecchio maledivami tal pensiero
Perché conturba ognor la mente mia?
Mi coglierà sventura?
Ah, no, è follia