Una de las lacras del género operístico es la mutilación de las partituras. Tijera por aquí, rebarbadora por allá, y listo. Aquella escena de la torre que no nos gusta, la quitamos; la cabaletta de tal aria que tiene unos agudos comprometidísimos, igualmente fulminada. Y así, hasta que nos aburramos.
Esta tendencia tiene un doble origen. Por un lado, expresivo y musical: influidos por el verismo y su concepción monolíticamente dramática del género, elementos como las gráciles cabalettas parecían romper el discurso oscuro. Y eso no se podía permitir. Por otro, uno técnico: cantantes sin formación que eliminan de sus particelas esas arias comprometidas, que bien exigen tesituras demasiado elevadas, agilidades imposibles, o que cansan en exceso a lo largo de toda una función.
Una de las arias más castigadas de la historia de la ópera es la que Rossini escribió al final de «Il barbiere di Siviglia», la magnífica «Cessa di più resistere», en la que el Conte di Almaviva desvela su auténtico origen al codicioso y cruel Don Bartolo, reclamando para sí el amor de la bella Rossina. La época oscura que vivió el canto rossiniano durante la primera mitad del s. XX desterró la interpretación de esta fantástica aria, que no se escuchó hasta que Rockwell Blake así lo decidió, allá por los setenta. Fue un pionero, pero todavía costaría su generalización.
Tan es así que cuando Juan Diego Flórez fue contratado por La Scala de Milán para encarnar a Almaviva por primera vez, él mismo se ofreció a cantar el «Cessa», pero los responsables artísticos del teatro le dijeron que no era necesario, que eso se cortaba habitualmente. Años más tarde, cuando regresó al Piermarini para reencarnar al Conte, todo fueron halagos y casi súplicas para que afrontara esta deliciosa pieza. Es Flórez el Almaviva de nuestros días, el guardián de las esencias del mejor canto rossiniano, un intérprete que ha elevado a alturas inalcanzables para otros muchos estos personajes de tenorino (sin que haya el más mínimo matiz despectivo en el término).
En estas funciones de la Royal Opera House, en las que un servidor estuvo presente, encontramos la facilidad para la coloratura y las agilidades, fraseo rico y variado, intencionalidad, y sobre todo, ese agudo limpio y siempre timbrado. Un auténtico lujo de cantante para (este) Rossini.
CONTE
Cessa di più resistere,
di più resistere,
non cimentar
mio sdegno.
Spezzato è il gioco indegno
di tanta crudeltà.
Della beltà dolente,
d'un innocente amore
l'avaro tuo furore più
non trionferà!
E tu, infelice vittima
d'un reo poter tiranno,
sottratta al giogo barbaro,
cangia in piacer
l'affanno
e in sen d'un fido sposo
gioisci in libertà,
in sen d'un fido sposo
gioisci in libertà!
Cari amici...
CORO
Non temete, non temete!
CONTE
Questo nodo...
CORO
Non si scioglie, non si scioglie,
sempre a lei vi stringerà!
CONTE
Ah, il più lieto, il più felice
è il mio cor
de' cori amanti!
Non fuggite, o lieti istanti
della mia felicità!