nabucco

Zaccaria

El personaje de Zaccaria, el sumo sacerdote de Jerusalen, es uno de los más trabajados del que fue el primer éxito en la carrera de Verdi. Las luces suelen centrarse en la dificultosa y deslumbrante escritura del rol de Abigaille, o en las piezas heróicas del protagonista de la ópera, el fiero Nabucco. Acaban siendo los más aplaudidos en el momento de los saludos finales, sobre todo si los intérpretes acompañan. Zaccaria es un personaje de un enorme simbolismo, porque a través de él habla el oprimido pueblo hebreo, que a su vez tiene sus momentos de expresión como en el archiconocido coro «Va, pensiero».

Desde la primera escucha que uno hace del «Nabucco», se le queda grabada a fuego la escena inicial, en la que el bajo de turno se debe enfrentar a sus dos piezas, el «Sperate, o figli» como cantabile, y la posterior cabaletta, «Come notte a sol fulgente», que exige indefectiblemente sus variaciones en la segunda estrofa. Cuando uno se encuentra alguien del inmenso talento de este Samuel Ramey, no puede sino repetir una y otra vez la exhibición de medios y de audacia del bajo americano. Un lujo.

Festejos (I)

Este 2013 se cumple el bicentenario de dos compositores, quizás los más importantes en el repertorio italiano y alemán de todos los tiempos, Giuseppe Verdi y Richard Wagner, respectivamente. Poco hay que yo pueda añadir de ambos. El primer fue el responsable de asumir los postulados de un estilo ligero, como era el belcantismo, al servicio de las capacidades exhibicionistas de las divas del momento, y reconducirlo hacia el melodrama romántico, con una mayor profundidad en los personajes, una intensa hondura dramática y una humanidad refulgente. Verdi guía durante cincuenta años la evolución de la ópera en la Italia del s. XIX, desde el post-belcantismo hasta las puertas del verismo finisecular, una vida consagrada a la música, surgida desde el autodidactismo, y con momentos de genialidad sublime. El discurso wagneriano, debo admitir, no es fácil a primera vista. El autor alemán fue también un revolucionario, en el fondo y en las formas. Dotó a su producción de una espiritualidad y misticismo desconocidos hasta el momento, que complementó con el diseño de un teatro (Bayreuth) específico para sus representaciones, en las que incluyó novedades como el apagar las luces en la sala. Wagner es el gran revitalizador de la orquesta, el que la convierte en protagonista de la ópera junto a los solistas, además de incorporar elementos como los leiv motivs en sus composiciones, que se repiten a lo largo de las partituras. Wagner es el autor total, que componía la música y escribía los libretos, todos de un marcado carácter mitológico. Se puede tardar en entrar en su obra, pero la seducción está asegurada.

Para festejar a mi modo este bicentenario, al igual que otros muchos teatros por toda Europa, voy a ir colgando por aquí mis momentos favoritos de uno y otro compositor. Como aficionado nacido y criado en la faldas verdianas, el estreno tiene un genuino sabor italiano. Es la «Sinfonía» del Nabucco, la primera obra maestra del músico de Busetto, con la que alcanzó de inmediato fama nacional y gracias a la que pudo seguir componiendo. En sí, el estilo verdiano todavía no está depurado, la composición puede pecar de simple, pero tiene ese fuego, esa raza y carácter que despiertan al espectador y le hacen emocionarse. Esta obertura no tiene nada de especial, porque no es sino un popurrí de las melodías que van desfilando por la obra, pero siempre me ha parecido mágica. Además, la presento con Riccardo Muti a la batuta, probablemente el mejor director de ópera italiana de los últimos ¿30 años? Sí, probablemente. Un maestro capaz de crear desde el foso, y no limitarse a agitar las manos. Un lujo. En esta ocasión, el video procede de un concierto especial celebrado en la Cámara de los Diputados, con motivo del 150 Aniversario de la Unidad de Italia. Un bofetón en la cara de una casta política privilegiada, apoltronada y tóxica para el país, a los que se les recuerda que la cultura es también patrimonio italiano, y por extensión, de la Humanidad.

Seguitemi!

«Nabucco» es una ópera que empieza y termina, para el vulgo, en su inmortal coro «Va, Pensiero». Lo es desde el mismísimo día de su estreno en el Teatro Alla Scala, allá por 1842. Pero en estos días en que he tenido que componer algunas reflexiones sobre esta ópera a petición de un buen amigo para ilustrar un programa de mano, he ido redescubriendo también poco a poco este tercer título en la carrera de Giuseppe Verdi, que le valió fama y prestigio inmediato. Y me ha permitido ver más allá del lamento de los esclavos, y de su impetuoso preludio, compendio de las grandes melodías de toda la partitura. Especialmente me gustan dos escenas, la de Abigaille en el segundo acto, y esta que reproduzco aquí del barítono, en el cuarto acto. Escena de manual, con el «Dio di Giuda» como cantabile, y ese «Oh prodi miei, seguitemi!» como refulgente cabaletta acompañada del coro. Aquí tiene a uno de los tipos que sigue cantando Verdi como pocos, el veterano Leo Nucci, guiado a la batuta por ese viejo maestro, Nello Santi. Puede levantarse a aplaudir, señora.