gente pequeña

El precio de la arrogancia

Usté seguramente no lo sepa porque no escucha la radio en las tardes de domingo, señora, pero hoy (que sin embargo es viernes) es un día muy especial para las ondas en nuestro país. Casi dos décadas después, el grueso del equipo de deportes de la Cadena Ser ha abandonado la emisora líder para marcharse a la Cadena Cope y empezar una nueva etapa, no sin polémica. Aquel Carrusel Deportivo ahora es Tiempo de Juego. Las formas de aquel ahora son las de éste. Y las voces de Castaño y González (junto a toda su tropa) seguirán acompañándonos, aunque sea en la radio de los obispos. Quién les habría dicho a quienes años atrás se colgaban el pin en la solapa de la independencia y la objetividad de la Ser que acabarían, por diversos motivos, en una de sus cadenas rivales, en las antípodas ideológicas. Habrá quien piense que los deportes no entienden de política. 

Más allá de los detalles, yo sí quiero quedarme con alguna reflexión, como se puede imaginar, señora. La Cadena Ser hizo estallar esta crisis que le ha arrebatado a uno de sus más valiosos recursos publicitarios porque trató con arrogancia a Paco González. Era un mensaje tal como «lárgate, porque somos la Ser y sin ti también habrá vida». Luego añadieron, «sin vosotros también». Y cuando su prepotencia les impedía reconocer el error, acusaron a la Cope de «atacar la libre competencia» al fichar a golpe de talonario a sus trabajadores. El tiempo, o mejor dicho, el próximo EGM, dirá quién tiene la razón.

Por encima de todo, da una enseñanza clave en esta profesión periodística: hoy tienes tu abrevadero aquí, y mañana lo tienes allí. Por eso hay que evitar contagiarse de arrogancias varias, bajarse de poltronas diversas, y ver la vida a ras de suelo, sin dramatismo, con más humildad, distinguiendo a empresas y personas. Porque Paco González podemos ser todos algún día, aunque con infinitamente menos fama y ofertas de trabajo cuando nos manden al paro. Y entonces, las lecciones de profesionalidad, las bravatas, la superioridad que te da vender más o menos, los eslóganes convertidos en leiv motiv, quedan reducidas a polvo. Ese día, señora, a ver qué hacen los arrogantes. Ojalá nunca tenga la fortuna de verlo.

Días de perros

Hay días malos. Los hay peores. Y los hay que quisieras estrangular a alguien y ser todo lo borde que eres capaz de ser. Para los que me conozcan, sabrán que este último aspecto tiene en mi a alguien muy capaz. No es que me enorgullezca, porque cada vez me refino más, pero conforme pasan las cosas me doy cuenta que o eres un poco borde o te toman por tonto. Y ahí sí que no.

Lo peor de todo es la desfachatez. Cuando tienes que lidiar con gente que, por inquinas personales o por váyase-usté-a-saber-por-qué, monta un circo con problemas que se solventan de una forma completamente amistosa. Es gente, como decía mi buen amigo el doctor Castro, «gente pequeña». Y jode todavía más cuando además de gritar se ponen a llorar como jodías magdalenas. Ahí sí que no. Los argumentos no se defienden ni exaltándose ni con pucheros. Pero cuando encima el jefe se pone ñoño y transige con estas actitudes, ya es el no-va-más.

Me gustaría ser peor persona de lo que soy. No es que sea mala. Tampoco soy un sol resplandeciente en lo alto del cielo. Pero ser malo me ahorraría intentar convencer a esa gente «menor» de que mis errores, muchos, no son intencionados. Tan sólo fruto de una forma de ser algo despistada, pasota en ocasiones, pero respetuosa con los demás. Hoy me he propuesto, por tanto, aplicarme dos nuevas pautas de conducta. La primera es que al primer energúmeno que me grite sin razón, mandarle a tomar por culo. Sin miramientos. Y la segunda es no darlo todo en el trabajo, porque cuando llega la hora de la verdad, sólo se acuerdan de tus errores, y nunca de tus méritos. Ingrato mundo. O quizás es que no tengo dos tetas.

Poco más que añadir hoy. No creo que sea necesario dar nombres ni apellidos. Prefiero referirme a situaciones concretas que puedan pasarle a cualquier persona. Así se aprende más. Y moralinas aparte, creo que me vendrá bien este descanso en Baiona.

PD: Por cierto, ZP es un puro producto de márketing. Toneladas de talante, sonrisas y movimientos ligeros de mano para no decir nada. Lástima que Rajoy sea aun peor.