De Niro tiene un record todavía más imbatible. Hay bodrios que ningún otro actor con dos Oscars como él hubiera protagonizado ni por todo el oro del mundo. Veamos. "Las aventuras de Rocky y Bullwinckle", "Stardust", "El puente de San Luis Rey", la insufrible "Sleepers" (nunca suficientemente desacreditada ni infravalorada), "Hombres de honor", "15 minutos", "El enviado", "El fanático" o "Showtime". Las productoras harían un favor si prohibieran editar estos espantos en DVD y que aparecieran en las tiendas junto a "Toro Salvaje", "El Padrino II", "Uno de los nuestros" o "La misión", sin ser esta última una de mis favoritas. Robert de Niro tiene a su favor que un día se cruzó en su vida Martin Scorsese y le dio alguno de sus mejores papeles, en películas muy bien dirigidas (tanto que desde entonces este tipo de las cejas no ha vuelto a levantar cabeza).
En el caso de Pacino, ¿qué recordaríamos de él si jamás hubiera sido Michael Corleone? ¿Y si De Niro nunca hubiese sido su padre, o ese boxeador tarado de nombre La Motta, o ese taxista bipolar llamado Travis? Pues serían gente del montón, como demuestran sus películas de los últimos quince años, cine menor, de usar y tirar, de sobremesa en cualquier televisión de medio pelo, carne de saldos en las tiendas de dvd’s, relleno para contraprogramar una gala de OT. Nada. Pero eso sí, se han hecho de oro, se han cubierto con una montaña de dinero por poner su rostro y su voz al servicio de directores cualquiera, de historias cualquiera, de películas cualquiera.
Todo esto conduce irrevocablemente a la reflexión de si lo importante en esta vida es el dinero, contado en montañas como lo acumulan estos dos monstruos del cine, o hacer cosas que te llenen, que te reporten reconocimiento y placer al mismo tiempo, que merezcan la pena aunque no lleven adosado un cheque con muchos ceros. ¿Dinero o prestigio? Sí, hoy el debate es material, pero hay que elegir entre lo tangible o lo intangible. Señora, usté y yo igual nos quedaríamos con la pasta gansa, pero es que ni usté ni yo tenemos el inabarcable talento interpretativo de estos dos señores. Qué egoistas son vendiéndolo al mejor postor. Que devuelvan sus Oscar, porque ningún Corleone habría jamás aceptado caer tan bajo, leñe.